El calor es realmente molesto. La luna, casi llena, está rodeada de un halo amarillento como pintado con crayola. El aire es escaso en la habitación. E. da vueltas y vueltas en la cama, desnuda y sofocada, tensa por el calor, los sueños y el odio.
La luz de la luna es tan intensa que en el cuarto todo es visible. E. se acerca a la ventana y mira la hora en su celular: las dos y media. Entonces mira hacia afuera: su jardín aparece iluminado como en una escenografía nocturna de teatro; el árbol inmóvil y silencioso parece encerrar grandes secretos; el aire frio, la estremece. Los perros duermen, es el momento perfecto de la huida, y el menos apropiado para una llamada, se contiene de hacer ambas cosas.
Hay algo en ella, algo como radiactivo y perverso. E. tiene dificultad en respirar y siente que el cuarto la agobia. Entonces, en un impulso irresistible sale a la calle y camina sola, siente como atraviesan su pecho los recuerdos en forma de grandes cuchillos. Se aleja hacia el lado del monte, y cuando está lejos de la casa, se echa sobre la hierba, abriendo todo lo que puede sus brazos y sus piernas. La luna le da de pleno sobre su cuerpo y siente su piel estremecida por la hierba. Así permanece largo tiempo: ahora no tiene ninguna idea precisa en la mente. Siente arder sus manos, se levanta y llora profundamente hasta que ya no tiene porque llorar.